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«Cambio de Coordenadas»: La exposición del momento

Los alumnos del IES San Fernando visitan el museo Thyssen

Los alumnos de ESO y Bachillerato han tenido la oportunidad de visitar la exposición Cambio de coordenadas, en el Thyssen. La actividad consiste en mostrar a los alumnos de una manera más interactiva e interesante de visitar un museo, creando una conexión entre el arte y los adolescentes. Profundizan en los cambios sociales, la producción artística y los postulados de los movimientos culturales del siglo XIX y en las vanguardias que representan al museo.

Las vanguardias revolucionaron las artes plásticas y surgieron en pequeños grupos de pintores que convivieron entre ellos. Fueron un antes y un después en la historia del arte, se las considera rebeldes con respecto a la academia artística, rompedoras con la belleza clásica, críticas a la sociedad burguesa y buscaban la libertad a través de la pintura, el arte que no es de nadie, pero a la vez es de todos.

Dado que los adolescentes estamos estudiando esta época, tan rompedora y abstracta, nos ofrecieron construir nuestros conocimientos con una base dinámica, establecida con otros métodos de aprendizaje, recorriendo los pasillos del Thyssen.

El diálogo formó una parte esencial en la exposición gracias a la guía que nos acompañó. Veníamos dispuestos a tomar apuntes sobre el tema, analizar la obra en silencio y escuchar con atención las palabras de la persona que teníamos delante, explicando con detenimiento el cuadro. Sin embargo, nos sorprendió, incluso puedo añadir a las profesoras que nos acompañaron, que lo primero que nos dijo la guía fue que dejásemos los cuadernos en la mochila, que nos dedicásemos a nuestros sentidos, especialmente el de la vista. Ninguno puso ninguna objeción. La guía se presentó pronto como Begoña y ofreció a los estudiantes confianza de inmediato.

Los cuadros expuestos estaban colocados unos cerca de otros, por lo que el movimiento de una sala a otra no fue brusco y se pudieron concentrar más en el arte que en el hecho de caminar de un lado para otro.

El primer cuadro, conocido como El puente de Waterloo, pertenece a una serie pintada en Londres por encargo del marchante Ambroise Vollard, pintado por André Derain. El autor, entusiasmado por la belleza británica de entonces, nos ofrece un momento pictórico, que recuerda a los impresionistas, en el que resalta el puente de Waterloo, como línea horizontal, recalcando la importancia en el mensaje que nos ofrece. La vista que Derain expone sobre Londres cuesta imaginarla, más lúgubre y gris, en esta pintura resaltan los colores azules y amarillos saturados, todo un manifiesto de la idea fauve de la violencia expresiva del color. 

Los estudiantes, taciturnos al comenzar a ver la pintura, debatieron sobre los diferentes mensajes que produce en las personas. Los colores, a pesar de tener un sentido feliz, alegre, cuando mis ojos se toparon con el cuadro, vi la imagen a través de los ojos de un niño, inocente. Las personas, cuanto más avanzamos en edad, vamos perdiendo poco a poco la ilusión, vemos el paisaje con monotonía, cada día más gris, ni blanco ni negro. Los niños, por el contrario, cada pequeño detalle que encuentran en su camino es una maravilla sacada de un cuento. El pintor quiso representar Londres, una ciudad alegre y colorida, mas yo sentí melancolía.

Begoña, introdujo la pintura sin dar el nombre del cuadro hasta el final, intentando que los alumnos pudiesen reflexionar sobre el estilo, los trazos cortos y la ciudad que se esconde tras el óleo. Se fijaron en el puente, que algunos consideraron irrelevante antes de conocer las intenciones que tenía Derain. Después de debatir, la guía prosiguió a realizar una breve conclusión en la que explicaba el fauvismo en el cuadro, resaltado por los colores, su violencia, antes que la civilización.

El segundo cuadro estaba a unos metros del primero. A diferencia del óleo de Derain, este produjo una sensación más fuerte en  los alumnos, y no una precisamente positiva. El dibujo de la obra no es tan enrevesado, el autor ni siquiera profundiza en la anatomía.

 

Calle con buscona de rojo, pintado por Ernst Ludwig Kirchner, nos muestra una escena que produce incomodidad, inseguridad, como si aquel no fuese un lugar donde quisiéramos estar. Fue unánime esa sensación dentro de los estudiantes. 

La mujer que protagoniza el cuadro destaca sobre todo por el uso del color rojo en su ropa, llamando la atención de los hombres a su alrededor, los cuales el pintor decidió usar el color complementario, produciendo un efecto conmocionante y la complicidad entre los hombres y la mujer de atrás.

La pintura no me llamó la atención por su estilo, ni tampoco por la presentación de la escena, sino porque llegamos a entender las emociones del autor en cuestión de segundos. Representa a una prostituta, llamando la atención de manera “vulgar”, que simboliza a la burguesía, y a la anti burguesía a la vez. El pintor hace una crítica a la sociedad burguesa, remarcando el hecho de que las prostitutas convivían a un lado de la sociedad a la que pertenecía.

Durante el tiempo que los estudiantes estuvieron comentando y reflexionando sobre el llamativo cuadro, las personas indicadas de mantener el orden en las salas, observaban atentos la actitud de los alumnos. Pocas personas que visitaban el museo aquella mañana se paraban a escucharnos, y agradecimos la oportunidad de poder realizar nuestra estancia sin muchos ojos expectantes.

Nos dirigimos a una sala contigua, donde pudieron observar un cuadro perteneciente al cubismo del gran pintor Juan Gris. Esta pintura fue un rompecabezas para los estudiantes, que tuvieron que armar en su cabeza lo que el pintor fue capaz de transmitir en el lienzo. Un puzzle que representa a la perfección el cubismo, mostrando las seis vistas que tiene un cubo.

Begoña, durante la exposición de este cuadro, mantuvo nuestra mente activa, señalando al compás los elementos que componen el cuadro.

Un señor fumando un puro encendido, cuyo humo es lo único que se mantiene en dos dimensiones.

A diferencia de los otros cuadros, El fumador no transmite una emoción, sino la necesidad de observar, de detenerse en él, de profundizar en los aspectos tan sutiles que de pasada es inevitable despreciar. Esta pintura no está hecha para admirarla, sino para pensar, y Juan Gris consigue mantener el efecto. Las líneas que utiliza nos hacen imaginar al instante en un rompecabezas, en piezas o en un objeto roto. Gracias a esa urgencia del ser humano de arreglar las cosas rotas, de cumplir objetivos y de debatir, puedo comprobar que el cuadro es una perfecta elección para la exposición. Un cuadro que rompe con cualquier estética de belleza.

Pintura con tres manchas 196, de Wassily Kandinsky, fue otra de las obras que visitaron los alumnos del IES San Fernando. En la composición, una serie de formas fluctuantes de intensos colores, superpuestas unas sobre otras, ocupan todo el espacio pictórico, mientras que en el centro tres manchas ovoides, más compactas, de colores planos azul, verde y rojo, enfatizan la simbología divina del número tres.

Durante el comentario de esta obra, los alumnos se mostraron desconcertados y poco entusiastas. El arte de lo abstracto no todo el mundo lo entiende, ni pueden llegar a considerarlo arte, y mucho menos adolescentes, que se han centrado en criticar el arte contemporáneo, tachándolo de simple. Para entender el cuadro, la guía nos mostró la manera más sencilla, y en realidad la verdad con la que el autor basó sus obras: la música, el sonido, una composición musical basada en manchas, líneas y formas que tienen sentido si las puedes interpretar. Es muy complicado mostrar un arte nuevo, pero el autor consigue causar impresión, incluso a los alumnos, que poco a poco van comprendiendo el cuadro.

Diría que esta es la obra más complicada, ya que no hay nada denotativo en él. Puedes interpretar cualquier cosa, desde un rostro hasta el sentimiento de profundidad. Nos sumergimos en un arte abstracto, por lo tanto, es imposible que tenga limitaciones.

Llega la exposición a su fin y los alumnos se encuentran con un nuevo reto propuesto por su guía. El último cuadro que comentarán será intrigante; el tiempo del que dispondrán, escaso; pero sobre todo una experiencia que a pocos se les quitará de la cabeza.

Antes de que todos los estudiantes tomen asiento, Begoña tapó con su mano, el nombre del cuadro. Hasta el final de cada comentario, no había compartido el nombre ni al autor, pero ese fue diferente.

La composición del cuadro dio lugar a cierto debate entre los alumnos, que intentaban descubrir que podían ser aquellos rectángulos formados por cintas de colores. Las primeras palabras se asomaron, dejaron ideas y por fin se pudo llegar a una conclusión.

En todo el lienzo, hay formados una veintena de rectángulos por cintas de los colores primarios, incluido el negro y el blanco. Este aspecto sorprendió a los curiosos alumnos, que una pintura estuviese formada por cintas no era lo normal, curiosidad que resolvió Begoña al mencionar la muerte del autor antes ni siquiera de terminar su obra.

La guía oyó cierta palabra, e interpretó la señal para contar que este autor, fue a lo largo de su vida un admirador de las formas ordenadas, plásticas y la geometría plana. Pertenecía, por tanto, a un grupo de pintores que a su vez eran arquitectos. 

New York 3, de Piet Mondrian, con el estilo de neoplasticismo.

El cuadro es un plano alzado de la ciudad de Nueva York, ya que el autor quedó fascinado por la simetría y el orden de este lugar.

Esta exposición representa a la perfección a las vanguardias, una mezcla de todos sus “ismos”. La guía hace que mantengan el interés y hagamos una visita en la que puedan colaborar todos los alumnos. Sin embargo, el tiempo que dedican a los cuadros es escaso, van con prisas y al final no se pueden ver más cuadros, representando a los pintores más célebres o representativos de cada “ismo”. Al final, las vanguardias hoy forman parte de nuestra cultura visual y artística.